Ana María Rubio Descalzo

Una población «tinajera» desde antiguo es Villarrobledo en Albacete, de allí en cantidades importantes, en la época de la creación de bodegas de vinos en todo el país, salían a diario descomunales tinajas que evidentemente habían sido construidas manualmente por adición de pellas de barro que posteriormente necesitaban del calor del horno para su acabado total. Ahí es donde vivía Ana Rubio Descalzo.

Es fácil imaginar que a tal tamaño y volumen aparatoso, corresponderían hornos colosales, varios restos de ellos pueden comprobarse o visitando esta ciudad albaceteña. «Y en lugar de dar vueltas sobre un torno, el barrero las da en torno a la tinaja..”

Ana Rubio Descalzo (ViIlarrobledo, 1956), fuera por esas visiones de la realidad desde su infancia, sea por el arraigo a lo adjetivado como «propio» referido a las cosas, personajes, historias y costumbres de su patria chica;

 

lo cierto es que desde el impreciso momento descubridor de estas impresionantes moles y sus artesanos, los tinajeros; experimenta una atracción indisimulada hacia la industria rural más característica de su lugar de nacimiento: Las Tinajas y por extensión El Barro.

Ana, se interesó por la tinajería «creo que porque soy de Villarrobledo, allí creces con las tinajas, enormes… a los 16 o 17 años hice un curso de tinajas y ahí ya me enganché”.

A los dieciocho años marcha a Madrid, allí se apunta a una escuela de arte donde empieza ya en serio a trabajar la cerámica; Ana además es Óptico y ha estado durante varios años compatibilizando ambas dedicaciones en la capital de España, decantándose finalmente por la cerámica.

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El placer de enseñar
lo que uno ha aprendido

 

Ya en su taller exposición, se pueden observar sus originales creaciones artísticas, sobre arcillas y otros materiales sometidos a los habituales procedimientos cerámicos y sus decoraciones “ad hoc”.

 

Una Maestra Artesana Ceramista, que vino a este oficio tan popular desde su contacto con el barro tinajero de Villarrobledo, comenta que disfruta más con la elaboración a mano y la decoración de la pieza que con el torno, pero que lo que más le satisface es trasmitir ese amor por la cerámica a quienes acuden a su taller a las clases que imparte.

Su obra presenta una gran diversidad de acabados: afiados, relieves, esmaltados, engobados, con óxidos, etc. todo esto buscando el contacto más directo con la arcilla. No nos sorprende por tanto la cita que hace de una frase de Paul Valéry: “Hubo un primer hombre que, acariciando distraídamente algún tosco vaso, sintió nacer la idea de modelar otro para acariciarlo.”

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